3 de octubre. Día de la Ginebra.
Un anticuario y coleccionista de obras antiguas se sirve una copa de ginebra. Va a poner en venta un libro que se escribió en la Villa Diodati (precursor de la literatura de vampiros), y al buscar en dónde se encuentra esta villa descubre que se sitúa en el Lago Ginebra.
9 de octubre. Día de las tarteras.
Erase un hombre que con frecuencia preparaba el almuerzo a su mujer. Una vez terminada la tarea colocó la comida en una bolsa
de plástico al azar y se lo entregó para que se lo llevara al trabajo. La bolsa era de una conocida marca de ropa, pero distinta a las demás por su reducido tamaño poco común.
De camino al trabajo en el metro, se percata de que una mujer guarda su comida en la misma bolsa. Al tiempo observa como debajo de los asientos se suceden pequeñas tarteritas, algunas exactamente
iguales en color, diseño y marca que le hacen suponer algún tipo de adiabático en su interior. Predomina el azul y el rojo, pero en cualquier momento un viajero se puede llevar la tartera de otro.
Nunca pensó que en la ciudad de Madrid tanta gente llevara tartera y además la misma.
14 de octubre. Día del calendario lunar.
Nuestro oyente se encontraba escuchando un programa de radio. El interlocutor, Luis Herrero, para probar que es en directo dice que son las 12:23. En ese mismo instante nuestro oyente mira el reloj y comprueba que es efectivamente esa hora. El único problema es que está escuchando un programa grabado de hace 3 días y la hora ha coincido aun siendo por la mañana y no de madrugada como el programa.
15 de octubre. Día de la nota a pie de página.
Un editor se encuentra preparando la edición de un libro. Concretamente está explicando la nota a pie de página número 27 que hace referencia a unas desconocidas islas. En ese instante recuerda que en otro libro ya explicó el mismo término por lo que lo busca para poder escribir lo mismo. Cuando lo encuentra, también es la nota a pie de página número 27.
10 de noviembreubre. Día del plátano.
Un cocinero en su cocina. Le acompañan rúcula, kumato, pavo, torta del casar y orégano. Me falta algo. ¿Le echo plátano? —piensa. En este instante oye a Sidney Poitier, interpretando al profesor Mark Thackeray en la película Rebelión en las aulas, como pregunta a sus alumnos "¿alguna vez habéis comido una ensalada de plátano?". Eso fue lo que terminó cenando nuestro cocinero.
19 de noviembre. Día de Groucho Marx.
Un hombre del futuro pero con mentalidad del pasado suele desplazarse al trabajo en metro o tren, lo que le permite leer un libro a la semana. Es un bigote pegado a una cara. Esta semana está leyendo "Groucho y yo", narración autobiográfica de Groucho Marx. Las estaciones de transporte subterráneas acostumbran a tener escaleras, muchas escaleras. Peldaños, muchas veces mecánicos que tienes que subir para salir al exterior. Nuestro personaje acostumbra a subirlos de uno en uno, pero hoy, justo después de haber cerrado el libro y haberse bajado del vagón, los ha subido de dos en dos. Nunca sabrá el por qué pero si su resultado: vestido con chaqueta negra 3/4 y subiendo las escaleras de ese modo se ha transformado en un Groucho Marx arqueado por sus andares consistentes en la flexión.
5 de diciembre. Día de la ciudad.
Un editor literario se encuentra esperando en un paso de cebra (prefiere las cebras a los peatones) de Nuevos Ministerios, e inmiscuido en proyectos editoriales recuerda la posibilidad de editar una obra inédita de un reconocido académico de la lengua que fue cliente de su propio despacho. La obra a la que se refiere tuvo un notable éxito en el teatro, pudiendo incluso recordarnos a Maribel y la extraña familia de Miguel Mihura. Dicha obra, reproducida en cine, nos presenta a un hombre que llega a Madrid desde un ambiente rural y no termina de adaptarse a la ciudad en un ambiente cómico. Envuelto en estos pensamientos y de vuelta a la realidad, otro hombre "rural" de avanzada edad, mal afeitado y vestido a la muy antigua usanza, chaqutea, bufanda, morral y elegante gorra, se sitúa junto a nuestro editor. Le dice que acaba de llegar a la ciudad en tren y que si le puede indicar la dirección para llegar a la calle María de Molina. Le complace, y al instante aquel le señala a una muchacha joven y relamiéndose le dice: ¡mira, mira que patorras!